La droga de las violaciones

elén V. Conquero

Los Mossos d’Esquadra se lo dijeron al mediodía: «Te llamamos para informarte de que tu agresor está en la calle». Adriana comenzó a llorar. La noche del 16 al 17 de julio de 2010 había salido de copas. Una amiga le insistió. Algo rápido. «Al día siguiente teníamos clase a las diez», comenta. Se les acercó un chico, Simo. «Parecía muy educado». La invitó a tomar algo. «Una bebida especial que preparan en este local», le dijo. Apenas probó un sorbo. Mojar los labios. Tampoco le apetecía beber. Entonces notó como se relajaba. Al principio era una sensación tenue. «Estaba pero no estaba». El informe del doctor Rivadulla, catedrático de Toxicología de la Universidad de Santiago de Compostela, lo describe bien: «Confusión con recuerdos vagos, cierto estado de deshinibición, sensaciones agradables, visión borrosa». A la mañana siguiente Adriana despertó desnuda en su habitación de la residencia de estudiantes donde se alojaba temporalmente. No recuerda qué había pasado ni cómo había llegado hasta allí. Tan sólo tenía por la impresión de haber tenido relaciones sexuales sin su consentimiento. Acababa de ser víctima de una droga conocida como burundanga. Te roba, durante varias horas, la voluntad y la memoria.

Difícil de probar
Dos años después, la joven gallega ha tenido que abandonar Madrid. Ha vuelto a casa. Tiene estrés postraumatico severo. Le cuesta vivir en una gran urbe. «No soy racista, pero lo paso muy mal cuando me cruzo con un magrebí». Aún recuerda su olor y la relación es inmediata. La mañana del sábado no sonó el despertador y ésa fue la primera señal de alarma. Al incorporarse, Adriana sintió un fuerte dolor en la zona baja del vientre. Una imagen le vino a la cabeza: «Recordé cómo le pedí que parara, me hacía daño». Como más tarde mostraron las pruebas forenses, le había causado un desgarro. «Han pasado más de ocho horas. La prueba va a dar negativo pero te la tengo que hacer». Adriana, nerviosa y alterada, había esperado una hora sola en una sala del Hospital Clinic de Barcelona, a pesar de que «es un centro de referencia para víctimas de agresiones sexuales», afirma Santiago Nogué, jefe de la Unidad de Toxicología. Cada año pasan unas 200 mujeres víctimas de violación y «cerca del 30 por ciento sugieren que les han dado alguna droga». El número de casos aumenta cada año, pero Nogué sostiene que «es una leyenda urbana. De los más de cien análisis que hemos realizado, ninguno ha dado positivo». Esto es lo que le ha ocurrido a Adriana. En su informe no consta que buscaran escopolamina o benzodiacepinas, dos de las drogas más utilizadas en la «sumisión química». «Veía borroso y no recordaba lo que ocurrió cuando me dieron la segunda copa». Una descripción que cuadra con la de Begoña Bravo, facultativo del equipo que investiga la «sumisión química» en el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (Intcf). «Suelen tener vagos recuerdos. Estas drogas son de acción rápida y desaparecen pronto».

La contundente declaración que realizó Adriana ante la jueza mandó a su agresor a prisión preventiva, pero el informe de Nogué, que negaba la presencia de sustancias fue clave para que los Mossos realizaran la llamada de alerta a la víctima. «Normalmente, cuando te llaman a juicio, el hecho de no detectar la sustancia no significa que no se haya ingerido. Hay drogas que no permanecen en el organismo más de dos horas. Las eliminamos rápidamente», insiste la experta del Intcf. En este caso, para la víctima fue definitivo. Hoy Simo sigue en la calle. Los recursos que ha interpuesto no han servido de nada. Sólo le queda contar su historia.

La violación no es el único objetivo de los delincuentes que usan drogas de sumisión, también es un método para cometer robos. «Hemos registrado numerosos casos en los que las prostitutas drogan a sus clientes para llevarse todo lo que tienen». Ana Martínez es coordinadora adjunta de Urgencias del Hospital La Paz y recuerda que este «suero de la verdad se usaba en prácticas de brujería durante la Edad Media».

El «chamán-acosador»
En los foros de internet se alertaba, desde 2007, de un «enano peligroso» que actuaba por el madrileño barrio de Vallecas. Embaucaba a las mujeres con sus dotes de curandero para hacerles inhalar burundanga, o así lo cree la Policía Nacional, que el pasado 17 de mayo le detuvo por la única denuncia que se había registrado hasta el momento. Hoy, las denuncias superan las 40, sin embargo «Irita», como se le conoce en el mundo porno, sigue libre.

Fuente: larazon.es